22.7.06

Alma caribeña


El escenario estaba escrito así: una de esas tardes para salir a disfrutar de la ciudad a pie, siempre que sea a una hora de este caluroso verano a la que no se derritan hasta las ideas. El destino: un agradable y fresco parque. En este caso el del Oeste Madrid, específicamente en el Templo de Debod. Y SÍ, es un templo egipcio en medio de un parque.
Olvido los detalles históricos y retomo el escenario. Vuelvo al área verde, con el sol que va cayendo, la fuente que refresca con sólo mirarla (aunque sean otros quienes metan los pies), las familias que caminan, las parejas que se sientan a la sombra, los perros que también se mojan en la fuente y una brisita de las que hacía falta para despejar las ideas y reorientar la perspectiva.
Tras una conversación sobre la vida con una de esas amigas que tienen buenos oídos, llegó el objeto de la atención de todos. Era una camiseta naranja que se movía sin parar. La historia se fue desvelando unos minutos después. Habíamos visto al niño de aproximadamente dos años hacía media hora. El propietario de la camiseta agitaba los brazos y sonreía con una alegría incontenible, de esas que no se acaban nunca. Al notar que tenía sentido del ritmo nos dimos cuenta que un chico tocaba la tambora a unos metros de distancia sin percatarse de los efectos. Y el niño, sin soltar en ningún momento la sonrisa, bailaba sin parar. Parecería que el ritmo le corriera por las venas, y como buena representante de una región donde la música se respira, llegué a pensar que el protagonista de la tarde tenía alma caribeña.
Él siguió bailando un rato más, acercándose sin palabras pero dejando el sonido de sus carcajadas, que eran secundadas por las nuestras. Lo tuvimos cerca hasta que, cual artista, se despidió agitando la mano y enseñando los dientes cuando sus padres (también sonrientes) decidieron que era hora de volver a casa.
Nunca sabré su nombre, pero tengo foto como testimonio del espectáculo. Si alguien aún lo duda, describo la sensación a través de una frase expresada por la dueña de los buenos oídos: “ese niño da luz”. La lección está más clara que nunca: algunos de los mejores momentos de la vida son protagonizados por seres de pequeñas proporciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Melena!!!

"algunos de los mejores momentos de la vida son protagonizados por seres de pequeñas proporciones"

al pasar de los años... he confirmado que a veces los protagonistas de nuestro éxito y de la "felicidad", no está cuando llegas a conseguir lo que deseas, si no, en los "seres, cosas y situaciones" de pequeñas proporciones que te encuentras en el camino... que saben darle sentido a la vida...de una manera muy especial...

esta precioso tu blog!! :p, espero que sigas escribiendo "desde el otro lado" tus impresiones!!!

y por cierto...quien habrá sido la amiga de buenos oídos?? ;)