12.12.06

Ayer comí lentejas

Mi madre siempre lo dice: “es como las lentejas, si quieres las comes y si no, las dejas”. Así que elegí. Elegí dejar de aburrirme con lo que ya conocía. Elegí abrirme a la oportunidad de un menú diferente a lo que suelo comer. Elegí correr el riesgo de que ya no hubieran lentejas, o de que estuvieran malas, o de que la mezcla de ingredientes no me gustara. Elegí…aunque todavía tengo un poco de miedo por si me habré equivocado, pero sólo equivocándome sabré lo que me estoy perdiendo de probar. Y desde que soy un año más vieja, no está la cosa como para andar perdiendo el tiempo.
Al final comí lentejas, y me acordé de la útil frasecita. Y la apliqué.

21.11.06

Otra teoría

“hay cosas del corazón que la razón no entiende”


…hay cosas de la razón que el corazón no quiere entender…
…hay falta de comunicación entre el corazón y la razón…
…el procedimiento interno ejecutado por la razón no es eficiente en funciones del corazón…

12.11.06

hábitos

Mi objetivo es tan firme que hasta he adquirido una libreta. Un nuevo código postal, un nuevo horario de vida y un nuevo propósito: escribir en vez de dormir, ejemplo de una costumbre ajena. Otra víctima de un recorrido diario de más de una hora tanto en la ida como en la vuelta.
Al final del primer día de ejercicio mental que comienza antes del amanecer, varios descubrimientos: uno, siempre que no escriba bien puedo leer; dos, no se pueden hacer grandes análisis a las 6:40 de la mañana y sin haber desayunado; y tres, escritura y sueño se pueden complementar siempre que escriba rápido para después tener una media horita disponible. Espero no pasarme la parada.

25.10.06

retorno

el viento sopla fuerte y hace frío
las ramas no se mueven
el sol está en su sitio

4.10.06

(...)


…juraría que fue ayer cuando cerré la maleta…y ya se ha ido el primero. El aniversario llegó y me prometí celebración. La foto en el fondo de pantalla me recordó que todo es posible, y que una mañana aterricé, diciendo “mucho gusto” al frío cuando arrastraba el carrito, el de las dos pesadas maletas, sin saber dónde comenzaba yo y terminaban mis pertenencias.

…juraría que fue hace dos siglos, porque ahora las maletas no cargan lo mismo. Hay días en que todo se confunde, en que sientes que el tiempo ha pasado rápido, o que tantas cosas te lo han hecho muy lento. Mi maleta hoy no cierra, ni siquiera con un esfuerzo extraordinario. Está demasiado llena, pero aún quedan demasiadas cosas por meter…

25.9.06

...de cambios y recambios...

Se supone que los cambios son buenos. Significa que evolucionamos, que no nos estancamos. De hecho, la única lengua “muerta” de la historia es la que se usa para los nombres científicos porque se sabe que no cambiará nunca.
Y me lo creo. Y me lo aplico. Y me agrada que la vida me obligue a cambiar incluso cuando no quiero, y que me ayude a hacerlo cuando sí que lo deseo. Y ahora me veo inmersa de nuevo en ese proceso. Y con lo que viene siendo un nuevo hogar, incertidumbre laboral, el inicio de otros estudios, la vuelta del frío, una beca que pende de un hilo, amistades que llegan y muchas más que se van… ya no sé dónde estaré la próxima semana, ni a qué hora he de levantarme a trabajar…
Aún así, en este proceso encargaré un par de recambios: necesito menos equipaje y más corazón. A veces incluso más perseverancia. Y lo único que sé es que hay cosas que permanecen y dan fuerzas, que todo aquello que se va a veces vuelve y que en ocasiones esperar el momento indicado no es necesariamente rendirse. Mientras no entierre la cabeza como los avestruces todo fluirá como debe hacerlo… porque en la vida, al final, todo cae por su propio peso…

8.9.06

A dos “manzanas”, dos mil kilómetros y 200 palabras de distancia


Allá en dominicana diríamos “en la curvita de la Paraguay”, para referirnos al momento justo cuando estás a punto de llegar a algún lado, o de conseguir alguna cosa. Es como cuando la noche se pone más oscura justo antes del amanecer. Y si me lo hubieran preguntado, quizás no me hubiera atrevido admitir que estoy a dos manzanas, o dos cuadras- como mejor aplique-, de un sueño que escribí hace muchos años. A estas alturas, no sé si entre tanta realidad se vale soñar, pero sí sé que como la esperanza es la última que muere, siempre lo hace estrepitosamente. Y ese es un funeral que no quiero organizar.
Así que, ahora que he reducido la distancia, que ya tengo menos kilómetros de por medio, que me faltan menos palabras…puede ser que llegue. Quizás entonces amanezca y pueda ver la meseta de Guizah. Quizás finalmente habrá valido la pena pasármela entre tanto programa y tanta enciclopedia. Quizás pueda entrar al corazón de toda esa piedra y pueda ver el amanecer desde un globo aerostático que sobrevuela el Valle de los Reyes…Y quizás, nadie lo sabe, sólo entonces podré decir que de morir, no lo haría dos veces.

6.9.06

hoy llueve en Madrid


La lluvia hoy me huele a vida.
Me recuerda cómo me tiraba en la cama para verla caer desde mi ventana en Santiago, cómo lo hago ahora desde mi habitación en Madrid.
Me recuerda aquella costumbre de tapar los espejos con una sábana, porque según mi papá son capaces de atraer los rayos.

Me recuerda el miedo de mi hermana a las tormentas y cómo siempre estaba incómoda cuando tronaba.
Me recuerda a aquella pregunta que contesté de cómo se formaban los rayos, y cómo tuve que buscar la forma más sencilla para que lo entendiera un niño de dos años.
Me recuerda a los niños que en mi país siempre se bañan en la lluvia, a la época en que yo también lo hice y en cómo me gustaría salir de nuevo a empaparme.
Me recuerda la canción de Alejandro Sanz, aquella de que “en Madrid está lloviendo y todo sigue como siempre…”, que tanto le gusta a una amiga muy querida.
Siento que todo revive, que la tierra se remoja…respiro el olor a tierra húmeda y veo las gotas caer, regalándome una paz que pocas cosas consiguen, aun cuando no haya silencio. Quizás me entusiasma porque ha sido un verano especialmente caluroso y seco, de nubes estériles. O quizás porque las noticias no paran de anunciar que las reservas de agua de la comunidad van irremediablemente bajando de nivel.
Al final sólo sé que lo lamento por los que esta tarde terminarán empapados, pero espero que llueva hasta mañana y que la lluvia me acompañe al dormir…

2.9.06

rumbo a Ítaca

Ítaca

Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
y rico en experiencias y aventuras.
A lestrigones, cíclopes o fiero
Poseidón, nunca temas.
No hallarás tales seres en tu ruta
si amplio es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni al fiero Poseidón encontrarás nunca
si no los llevas dentro de tu alma,
Si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
que numerosas sean las mañanas
de verano en que arribes a bahías
nunca vistas, con ánimo gozoso.

Detente en los emporios de Fenicia,
adquiere hermosos artículos: madreperla y coral, ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos
-cuanto puedas invierte en voluptuosos
y delicados perfumes.
Visita muchas ciudades egipcias y aprende,
con avidez aprende de los sabios.

A Itaca tenla siempre en la memoria.
Llegar allá es tu meta,
mas no apresures el regreso.
mejor que se dilate largos años
y, en tu vejez, arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Un hermoso viaje te dio Itaca. Sin ella
el camino no hubieras emprendido.
Mas, ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no hubo engaño.
Rico en saber y en vida como has vuelto, comprendes
qué significan las Itacas.


Constantino Cavafis (1863-1933)

24.8.06

Mañanas de luna llena


Las noches de luna están más que mitificadas: tienen canciones, poemas, dedicatorias interminables y hasta testimonios intrascendentes.
Pero las mañanas… las mañanas de luna llena me hablan de cuando se descubre el mundo de las palabras y “luna” es una de las primeras que se aprende a pronunciar. Decir luna, por las mañanas, me recuerda las enseñanzas en chiquito, en pequeñas proporciones, que se esparcen a cuentagotas al caminar. Me hablan de cuando te enseñé a distinguir esa esfera luminosa entre el cielo oscuro, que a veces se hace acompañar de estrellas. Y de cuando tú me enseñaste a mí a no subestimarte, porque hay mañanas que también tienen luna y de reconocerla sí que sabes.

22.8.06

La manada

Hoy la manada me trajo al trabajo. Salí de casa, tomé el Metro y, en uno de esos días en que me veo invadida por el siempre teórico “nada me importa”, subí al tren diciéndome a mí misma que no había razón para tener tanta prisa.

Pero al bajar para hacer trasbordo a otro tren la manada me arropó. Me contagié con su histeria, sus nervios, sus ganas de subir la escalera eléctrica casi corriendo y mientras oía el típico “Atención señores viajeros, Metro de Madrid informa…”, simplemente me dejé llevar.

19.8.06

Adaptación libre

Por primera se ha descubierto la existencia de dos seres errantes sin progenitora que vagan libremente, informan los científicos.
El hallazgo consiste en la primera pareja libre, unida por una fuerza, que se ha descubierto hasta ahora. Ambos están separados por una corta distancia, incluso aunque nunca hasta ahora dos seres de esta naturaleza hubieran estado unidos. Según los científicos, “su existencia es una sorpresa. Su origen y futuro, un misterio”.


http://www.elmundo.es/elmundo/2006/08/04/ciencia/1154685651.html

17.8.06

El color del cristal


Para qué llorar...si siempre nos quedará reir.

13.8.06

El legado

“Sé feliz toda la vida, no trabajes más de lo necesario, ni reduzcas el tiempo dedicado al placer. No pierdas tiempo en cuidados diarios de más del necesario en casa y cuando llegue la riqueza, sigue a tu corazón: la abundancia no sienta bien si estás triste”.

Mensaje que dejaban los muertos a los vivos en el Antiguo Egipto

7.8.06

La del minuto y medio


Nunca olvido la primera vez que escuché Burbujas de amor. Tenía 6 ó 7 años y creo que ya en ese momento mi aprecio por la música de Juan Luis Guerra alcanzaba límites insospechados.
De este lado del Atlántico me he encontrado desde seguidores incansables de él hasta unos cuántos que no han oído más que la Bilirrubina y aún pretenden juzgar su trayectoria. Me limito a respetar la opinión de estos últimos. Pero aclaro: la gracia de JL no es sólo ser un gran músico, arreglista y COMPOSITOR (en mayúsculas y negritas), sino también haber logrado retratar lo mejor de una cultura a través de sus creaciones. Y agrego: no sólo de merengue vive Juan Luis.
Ya sé que como en otros aspectos los habrá mejores, iguales o peores. También que muchos consideran que él se ha perdido tras su cambio religioso. Sin embargo, tengo mis dudas y lo sigo viendo como caso especial. Sólo Juan Luis fue capaz de escribir El costo de la vida cuando fue necesario. Sólo Juan Luis contó su historia de amor “prohibido” y de los contrastes de clases sociales en Me enamoro de ella (la de la canción es hoy su esposa). Sólo Juan Luis fue capaz de decir tranquilamente que "las palmas son más altas y los puercos comen de ellas", de hacerme interrumpir lo que esté haciendo cada vez que escucho un tema específico suyo que me “roba todos los chelitos” (y no, no diré cuál es) y sólo él escribió una canción en el disco No es lo mismo ni es igual, en la que un minuto y medio es suficiente para entrelazar una confesión digna de escucharse…

4.8.06

Morir de amor


El día en que ella murió, la vida perdió todo sentido para él. Habían pasado más de treinta años juntos, cruzado juntos allende los mares y emprendido una nueva vida. Y ese día, desconsolado, lloraba a lágrima tendida en el patio, sentado en una silla y rodeado de cuatro o cinco personas que no encontraban forma de consolarle.
Hubo un solo momento en que, entre lágrimas y gemidos, logró hablar. Fue cuando su nieta, de unos tres años, se acercó caminando tan rápido como le permitían sus piernitas. Al ver llorar a su “abuelito” de esa forma, empezó a preguntar una y otra vez que dónde estaba su “abuelita”. Él apenas podía contestar. Sin detener el llanto desconsolado, repitió entonces una y otra vez “ay, abuelita”, “ay, abuelita”.
Unos años después, él también murió. Había sobrevivido concentrándose en el trabajo y en la familia, pero la casa se había llenado de ausencia y a veces la tristeza era insoportable. Hizo sus elecciones, y parecería que en algún momento dejó de luchar. Sin ella, la vida nunca más sería igual.

**Ojalá las historias como ésta no tuvieran puntos negros. Ojalá sea cierto que no todo termina con la muerte. Ojalá que la muerte no alcanzara en soledad, como a Don Emilio, de 72 años, encontrado en su residencia de Madrid, cinco meses después de fallecer en la cama.

3.8.06

No me voy


Dedicado a las amigas que no se marchan nunca
Lo decía la canción, y juro que para mí ha llegado a ser un himno. Cuando las extraño, escucho la letra y recuerdo que las cosas no se van fácilmente. Ustedes saben cuál es, aquella que la futura señora (a partir del sábado) nos envió por mail el día en que nos dimos cuenta que cinco vidas tomaban rumbos distintos, sobre todo geográficos. Y lo hablamos, dijimos que era una evolución y creo que todavía lo mantenemos. Fue una conclusión a la que llegamos con tanta lógica como sentimiento.
Ustedes saben quiénes son. Saben también que aunque estemos en Santiago, Santo Domingo, New York, Boston, México D. F., Madrid o Nebraska, hay un lazo que acorta la distancia: es del cariño y de los recuerdos compartidos.
No cambiaría las decisiones que he tomado últimamente y soy consciente de ello. Todas lo saben. Aún así, sigue siendo difícil perderse los momentos importantes. Es muy difícil, de hecho. Algunos, como las bodas y los cumpleaños, son especialmente trascendentes a unos cuantos miles de kilómetros de distancia. Sólo quería decir que en espíritu, ahí estaré.

2.8.06

Divagando


Hoy puede ser un día especial. O no serlo. Las palabras me evaden mientras intento escribir en la sala. No sé si es el calor, o la falta de concentración, o que ya me hace efecto la sustancia que embrutece al comer plátano (según los siempre curiosos científicos), o que ya se acercan las fechas que quiero olvidar precisamente porque no estaré. La cuestión es que se me han acabado las historias: las que he escrito no se parecen a lo que soy ahora (en este preciso instante del día dos de agosto) y las que redacto en este momento simplemente no me gustan.
Así que sigo aquí, con el calor, y pienso en el día. En que hoy hace diez meses que llegué con tres maletas y diez trasnoches para intentar descubrir esta ciudad. Pienso en todo lo que ha pasado desde entonces, la gente que he conocido, lo que he dejado atrás, las cosas que he aprendido.
Y pienso, pienso muchas cosas. A veces hasta pienso más de lo que debería. Creo que me voy a dormir. Aunque, para variar, corro el riesgo de que algunos pensamientos se cuelen sin permiso hasta en mis sueños…

31.7.06

Mi hogar adoptivo


Últimamente he sobrevivido varias veces a la misma pregunta. “¿Si venías a España, por qué escogiste Madrid?”. Y la verdad es, sinceramente, que no lo sé. Quizás debería decir que el destino me trajo aquí, pero no tengo respuesta. Sólo sé que me siento acogida sin que me cuestionen y que ahora formo parte del 13% de madrileños que habitan en esta gran ciudad sin haber nacido aquí.
Cada día me enamoro más de sus rincones. Cada día descubro un detalle nuevo al caminar por las calles. Cada día me maravillo más con la arquitectura. Cada día conozco una persona nueva, procedente de algún rincón del mundo, con una historia qué contar. Y cada día se me olvidan un poco más las quejas por obras y por los horarios de los bancos cuando camino por Gran Vía, descubro un poco más de una cultura distinta, disfruto del transporte que también puedo usar de noche y veo alguna exposición. Hay detalles que nunca serán iguales en otras ciudades.
Quizás a Madrid le falten letrinas, o algunas vivencias de las que tuve del otro lado, pero esta ciudad me sigue fascinando y me regala nuevos recuerdos. Santiago es mi ciudad natal, es la que llevo en las entrañas (por decirlo de alguna forma), pero Madrid es últimamente el lugar donde me estoy forjando una nueva vida.
Sé que cuando pise tierra dominicana, lo primero que harán todos será verificar si he cambiado. Aunque no se note mucho, siento que lo he hecho. Y me alegro. No hay ninguna experiencia importante de vida que no te cambie por lo menos un poco y este nuevo hogar adoptivo es, desde luego, una de ellas…

30.7.06

Todos los extremos son malos

Veredicto final del fin de semana que ya voló: sobredosis de nostalgia, largas horas de sueño tras largas horas de trasnoches, altos niveles de felicidad por nuevas perspectivas ajenas, niveles crecientes de mal de amor (y de humor en algunos casos), largas horas invertidas felizmente en el aeropuerto, instantes incontables para recordar las alegrías de la cultura dominicana, embalses bajos en el abrazómetro, muy bajo ritmo cardíaco por culpa de las ausencias.

28.7.06

De vacaciones en Madrid

La ciudad comienza a vaciarse y llega la emigración masiva de las vacaciones. En el Metro, aún peor que otros fines de semana, todos pasan a mi lado con maletas. Verlos irse mientras me quedo es una verdadera tortura (china, diría yo), pero no tengo muchas opciones, así que intentaré compaginar el trabajo con la maravillosa oferta social/cultural/de ocio que está disponible en la ciudad. Me quedo de vacaciones en Madrid.
Lo único que pido es que el próximo año mis vacaciones NO sean como ésta…

27.7.06

Efectos secundarios

“Cuidado con lo que deseas porque puede ser que lo consigas”

Otras aplicaciones…
Cuidado con lo que pides porque cuando llegue puede no gustarte.
Cuidado con lo que quieres porque puedes dejarlo pasar sin siquiera percatarte de que llegó.
Cuidado con lo que preguntas porque puedes obtener una respuesta (y ésta puede no gustarte).
Cuidado con lo que deseas porque puede que al final no lo valores.

25.7.06

Círculos...

1955
Todas las pertenencias caben en una maleta. Al cruzar las aguas, las horas se vuelven infinitas. Espera un destino desconocido. En una nueva tierra habrá que labrar. Aprender a comer papas. Convivir con las diferencias culturales. Aguantar el rechazo. Usar otra forma de hablar. Descubrir nuevos sabores. Incluso, alguna que otra vez, aprender a arar la tierra con un solo zapato para rendir la suela de cada par.

50 años después, una generación más tarde
Todas las pertenencias caben en una maleta. Al cruzar las aguas, las horas se vuelven infinitas. Espera un destino desconocido. En una nueva tierra habrá que labrar. Aprender a comer papas. Convivir con las diferencias culturales. Aguantar el rechazo. Usar otra forma de hablar. Descubrir nuevos sabores. Incluso, alguna que otra vez, aprender a arar la tierra con un solo zapato para rendir la suela de cada par.

23.7.06

Arrastrando dudas

Alguien me lo dijo alguna vez. No vale la pena gastar energía en cosas inútiles o que no podrás resolver. Aún así, siempre se quedan sobre el tapete aquellas preguntas que nunca encontraron respuesta. Bullen todas, incluso las de las palabras necias y las de los oídos sordos. También las mal estructuradas, las abiertas, las cerradas, las retóricas, las hipotéticas e incluso las que no interpretaremos jamás. Aún así, las peores siguen siendo las que en voz alta nunca se formularon.

22.7.06

Alma caribeña


El escenario estaba escrito así: una de esas tardes para salir a disfrutar de la ciudad a pie, siempre que sea a una hora de este caluroso verano a la que no se derritan hasta las ideas. El destino: un agradable y fresco parque. En este caso el del Oeste Madrid, específicamente en el Templo de Debod. Y SÍ, es un templo egipcio en medio de un parque.
Olvido los detalles históricos y retomo el escenario. Vuelvo al área verde, con el sol que va cayendo, la fuente que refresca con sólo mirarla (aunque sean otros quienes metan los pies), las familias que caminan, las parejas que se sientan a la sombra, los perros que también se mojan en la fuente y una brisita de las que hacía falta para despejar las ideas y reorientar la perspectiva.
Tras una conversación sobre la vida con una de esas amigas que tienen buenos oídos, llegó el objeto de la atención de todos. Era una camiseta naranja que se movía sin parar. La historia se fue desvelando unos minutos después. Habíamos visto al niño de aproximadamente dos años hacía media hora. El propietario de la camiseta agitaba los brazos y sonreía con una alegría incontenible, de esas que no se acaban nunca. Al notar que tenía sentido del ritmo nos dimos cuenta que un chico tocaba la tambora a unos metros de distancia sin percatarse de los efectos. Y el niño, sin soltar en ningún momento la sonrisa, bailaba sin parar. Parecería que el ritmo le corriera por las venas, y como buena representante de una región donde la música se respira, llegué a pensar que el protagonista de la tarde tenía alma caribeña.
Él siguió bailando un rato más, acercándose sin palabras pero dejando el sonido de sus carcajadas, que eran secundadas por las nuestras. Lo tuvimos cerca hasta que, cual artista, se despidió agitando la mano y enseñando los dientes cuando sus padres (también sonrientes) decidieron que era hora de volver a casa.
Nunca sabré su nombre, pero tengo foto como testimonio del espectáculo. Si alguien aún lo duda, describo la sensación a través de una frase expresada por la dueña de los buenos oídos: “ese niño da luz”. La lección está más clara que nunca: algunos de los mejores momentos de la vida son protagonizados por seres de pequeñas proporciones.

21.7.06

Lo que hay en el ático

...hoy no pienso, sólo existo...

19.7.06

Permiso para pellizcar


Que alguien me pellizque si peco de ingrata,
si sobre las olas un golpe me arrebata,
si durante la noche llego a casa,
si derramo una lágrima con los ojos cerrados,
si me encuentra perdida entre uno y otro lado.

18.7.06

Las letrinas que le faltan a Madrid…

Busco qué hacer en una noche sin luna y sin energía eléctrica. Esto de que se fuera la luz no creí que vendría a vivirlo en el “primer mundo”. A estas alturas, después de dos horas de oscuridad compartida, he llegado a la conclusión-luego de hacer sufrir a mi compañera de piso con todas las tonterías que se me ocurrían por aburrimiento- de que hay previsiones como la de la vela en la despensa que no debemos perder nunca, incluso cuando se muda uno a una ciudad con electricidad “permanente”.
Con todo y su luz que en teoría no se va, hay algunas cosas que de este lado no se ven, no se conocen, o que forman parte del “no sé/no opino”. En Madrid no convivirían con apagones de hasta 16 horas diarias, de seguro no se conocen las letrinas en persona y tampoco conocerán la sensación (desagradable, claro) de ver una de ellas a punto de rebosar su contenido. Tampoco conocerán al genio que se le ocurrió disfrazarse de letrina durante el carnaval. No se imaginarán vivir en una ciudad donde prácticamente no existan los pasos peatonales e incluso en su territorio, me atrevo a suponer que no recuerdan la imagen del Manzanares, con tanta obra en la autopista M-30.

En una ciudad tan cosmopolita no se imaginarán la vida donde el transporte público puede llegar a ser como el troncomóvil de Pedro Picapiedra y donde la mitad del año estamos en temporada de huracanes. Eso sí, de lo que estoy segura es de que envidiarían con toda su alma despertar todos los días con un cielo que abruma de azul, unas playas que son capaces de hacer babear al adulto más serio y una riqueza natural que permite descubrir nuevos rincones todos los días (de la gente ya hablaremos luego, prometo otro capítulo). Las experiencias no están escritas, pero el Caribe es así. Es capaz de devolverte la vida, al igual que mi media isla que forma parte de él, la República Dominicana.
Para diferencias, hay muchas. Quizás los periodistas de Madrid no tendrían que cruzar un río a caballo para cubrir una noticia o no tendrían que trasladarse tres días a otra ciudad para esperar que catorce chicos que se perdieron en una cordillera sean rescatados por un equipo especializado de la siempre “benefactora” nación estadounidense. Evito las apuestas, y la verdad no sé si me importa. Cuando miro a mi alrededor, lo que veo es lo que he aprendido en casi diez meses de vivencias en esta ciudad que me gusta tanto como la que tengo del otro lado del Atlántico.
Todavía me falta mucho, pero de lo que no olvidaré, aquí van unas cuantas cosas como adelanto: existe gente que vale su peso en oro en todas partes, me puede llegar a gustar el picante (la junta con los mexicanos me está influenciando), hablar el mismo idioma no es necesariamente hablar el mismo idioma, de vez en cuando vale la pena un buen “botellón” (aunque implique torturar a los vecinos cantando con garganta desafinada), en Colombia a la música del amargue se le llama “pa´ planchar”, cuando “flipas” es cuando no te lo crees del asombro y los tíos y tías no son necesariamente parientes tuyos.
Completo mi teoría: esta suma de vivencias, recogidas de un lado y del otro del océano, o me sobra o me hace más rica. No creo que me vaya a matar. Así que, tal y como lo veo, todo esto sólo puede ir a mejor.